Comienza la singladura


Como reza la imagen, hay momentos en la vida en que, mires hacia donde mires, todos los horizontes se oscurecen. Y si quieres luz, has de ponerla tú.

En este 2025, año en que cumplo sesenta, este cuaderno pretende ser precisamente eso: una chispa de luz proyectada hacia el horizonte.

A lo largo de mi vida —a diferencia de Roy— no he visto naves en llamas más allá de Orión, ni rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser.

Pero sí he visto las migas de pan y el hilo de Ariadna que nuestros mayores nos han dejado para salir del laberinto sin caer en las garras del Minotauro.

No quiero que esas pistas, imprescindibles para navegar la tormenta que se avecina, se pierdan en el tiempo… como lágrimas en la lluvia.

Hoy, las redes sociales ofrecen formas diversas de expresión, pero intentar dejar en ellas un legado es como arrojar piedrecillas en un vórtice insondable, donde son devoradas una y otra vez por un Davy Jones digital con rostro de algoritmo errante.

El título elegido, Regreso a Ítaca, es un guiño a mí mismo, para no olvidar nunca que la Odisea fue el primer libro que recuerdo haber leído (en edición juvenil) y que, de algún modo, siempre me ha acompañado en la travesía por las aguas turbulentas de la vida.

Este cuaderno no es más que un mensaje en una botella, arrojado a las aguas negras del tiempo.

Espero que, hoy o algún día, le sirva de luz a alguien en su propia singladura vital.