Eutropía: una “termodinámica” de la libertad

¿Y si pudiéramos entender las sociedades humanas como sistemas energéticos? No es solo una metáfora: los seres humanos generamos, intercambiamos y consumimos energía —biológica, cognitiva, emocional, simbólica— en cada gesto social. Las ideas circulan como calor, las tensiones como presiones internas, las estructuras de poder como mecanismos de contención o transmisión. En este marco, podríamos preguntarnos: ¿Cuál es el modelo social más eficiente desde el punto de vista “termodinámico"?

Democracia y energía social

A primera vista, podríamos pensar que las democracias liberales son sistemas de baja energía: necesitan menos represión, menos vigilancia, menos aparato coercitivo para sostenerse. A diferencia de los regímenes autoritarios, no monopolizan la energía social, sino que la distribuyen. Pero esta imagen es engañosa: las democracias exigen altos niveles de energía deliberativa, compromiso ciudadano y mediación constante. Son sistemas exigentes.

Entonces, ¿cómo salir del dilema entre caos (entropía) y orden impuesto (negentropía)? La clave puede estar en un concepto nuevo: EUTROPÍA.

¿Qué es la eutropía?

Proponemos llamar eutropía a la entropía social positiva: aquella forma de complejidad que no desintegra, sino que fortalece al sistema.

Donde la entropía se asocia al desorden y a la pérdida de energía útil, y la negentropía al orden rígido que impone control y elimina la diversidad, la eutropía representa un equilibrio dinámico:

Una sociedad eutrópica es diversa, abierta, creativa, capaz de adaptarse al cambio sin perder cohesión ni recurrir a la represión.

Las democracias liberales —cuando funcionan bien— son ejemplos de sistemas eutrópicos: no eliminan el conflicto, lo gestionan; no imponen uniformidad, sino que la traducen en pluralismo funcional. Son, en cierto sentido, sistemas de complejidad viva.

Capital social: el tejido de la eutropía

Aquí entra en escena un concepto clave desarrollado por Robert Putnam: el capital social. Putnam define el capital social como:

“Las características de la organización social, como redes, normas y confianza, que facilitan la acción coordinada para el beneficio mutuo.”

Distingue entre:

• Capital social bonding (de enlace): fuerte cohesión dentro de grupos homogéneos.  

• Capital social bridging (de puente): vínculos entre grupos diversos.

Este segundo tipo —el capital puente— es vital para las democracias plurales y resilientes. Las sociedades que logran tejer redes de confianza transversal, con normas compartidas de reciprocidad, participación y responsabilidad cívica, tienen más capacidad para gestionar la complejidad sin colapsar ni recurrir a la violencia.

Capital social + apertura institucional = Eutropía.

Donde hay capital social robusto, florece la eutropía. Donde ese capital se erosiona, aumentan la entropía destructiva o la tentación de órdenes autoritarios.

Una Segunda Ley eutrópica

La Segunda Ley de la Termodinámica afirma que, en un sistema cerrado, la entropía siempre aumenta. Pero las sociedades humanas no son sistemas cerrados: importan y exportan energía simbólica, cultural y afectiva. En un mundo abierto, podríamos reformular así la ley:

En sistemas sociales abiertos, la eutropía tiende a aumentar si existen canales efectivos para la deliberación, la disidencia y la innovación institucional.

Aunque haya momentos en los que parezca lo contrario, la historia no avanza hacia el caos ni hacia un orden totalitario, sino hacia formas cada vez más complejas de autogestión social. Algunas sociedades colapsan por exceso de entropía destructiva (violencia, polarización, desinformación); otras se fosilizan en órdenes negentrópicos. Pero las más vivas florecen en el desequilibrio creativo.

Democracia eutrópica: complejidad viva

Pensar la política desde la eutropía es pensarla no como control del desorden, sino como arte de cultivar complejidad funcional. No se trata de “poner orden”, sino de crear las condiciones para que el orden emerja del caos sin destruir su fertilidad.

Una democracia eutrópica no es simplemente un régimen representativo. Es un ecosistema que combina:

• Diversidad e inclusión activa  

• Instituciones abiertas al cambio  

• Redes de confianza horizontal  

• Capacidad para absorber y transformar conflictos  

• Cultura cívica basada en el respeto, el diálogo y la memoria

Donde el capital social es alto, las democracias no se debilitan, se densifican. Se vuelven más capaces de resistir la entropía destructiva (crisis, desinformación, polarización) sin caer en la tentación del control autoritario.

Una idea para el futuro

La eutropía no es un estado final, sino una condición dinámica. Requiere educación, deliberación y prácticas sociales compartidas. No es inevitable ni irreversible. Pero si queremos imaginar un futuro habitable, deberíamos preguntarnos no solo por el crecimiento económico o el desarrollo tecnológico, sino:

¿Cómo aumentar la eutropía social de nuestras comunidades?

Porque si toda dictadura es un intento de congelar la historia, toda democracia auténtica es una apuesta por la vida como proceso abierto.