La libertad domesticada: sobre la obesidad, las pantallas y la educación en ruinas.

Vivimos en un tiempo paradójico. La mitad de la humanidad sufre enfermedades graves derivadas del sedentarismo y el sobrepeso, mientras la otra mitad apenas accede a una alimentación digna. Cada año desperdiciamos un tercio de los alimentos producidos en el planeta —suficientes para alimentar a 2.000 millones de personas— y, sin embargo, millones mueren de hambre. Nunca tuvimos tanto conocimiento ni tantas posibilidades y, sin embargo, algo falla en el corazón mismo de nuestras sociedades. Ese algo es, quizá, nuestra manera de entender la libertad. En las sociedades occidentales, formalmente libres, nadie nos obliga a comer mal, a movernos poco o a entregarnos al consumo pasivo de imágenes. Lo elegimos. Pero ¿lo elegimos realmente? O mejor dicho, ¿con qué herramientas decidimos? Vivimos dentro de un sistema que ha convertido la manipulación emocional y conductual en ciencia aplicada. Plataformas digitales, industria alimentaria, redes sociales, entretenimiento algorítmico: todo est...